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La mayor parte (en torno al 80 o 90%) de las
sociedades preindustriales estaban formadas por población campesina ligada al trabajo agrario. Ésta vivía, bien de
un escaso salario o bien de unos ingresos agrarios insuficientes para afrontar
los elevados gastos (gran coste de productos alimentarios y manufactureros).
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Las economías preindustriales se caracterizaban
por la escasez, la baja productividad
y la desigual repartición de la renta
que hacía evidente el gran contraste
social predominante.
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Las sociedades preindustriales destinaban el 80%
de sus ingresos a la alimentación por lo que eran muy sensibles a las subidas
de precios o a las malas cosechas que provocaban, de forma inmediata, hambrunas y carestías. Era común que se produjeran revueltas y motines
frecuentemente de los desfavorecidos a modo de queja. Las clases más acomodadas
disponían de más del 70% de sus ingresos para consumir todo tipo de productos y
de numerosos criados.
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La imposibilidad para ahorrar no permitía que se
invirtiese en nuevas empresas. La riqueza se medía por la cantidad de tierra
poseída. A más tierra, mayor nivel de renta.